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Grammys 2024: todos cantan bien, todos cantan diferente y no abusan del autotune

Lo primero que sorprende de la ceremonia de los Premios Grammy, al menos para un argentino, es que la gala estaba anunciada para las 21 y arrancó a las 21 en punto, ni un minuto más ni un minuto menos. Y a pesar de que los invitados son más de 5.000, de que hay una entrega previa y una alfombra roja de más de dos horas, a las 21 tiene que empezar y empieza.

Entonces, no les importa que el presentador pase por la mesa que comparten Ed Sheeran y el productor Mark Ronson y les diga que allí falta Meryl Streep (suegra de Ronson), porque la actriz más premiada de los Oscar aparece corriendo mientras la situación se desarrolla al aire, saluda y se sienta. Todo frente a los ojos de los espectadores.

Lo mismo sucede cuando el presentador Trevor Noah va mostrando a los famosos que están sentado en cada mesa. Tras él pasa Taylor Swift que, por más que lo intente, no le resulta fácil pasar inadvertida y menos en un sitio repleto de figuras de la música.

Noah la advierte y si bien no la reta -sería demasiado-, bromea con que a su paso las economías se reactivan y todos se hacen más ricos. Taylor se sienta cerca de un ícono como Lionel Ritchie y el presentador aprovecha para bromear y decir que el cantante y compositor (junto a Michael Jackson) de We are the World ahora es «más rico».

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Desde el inmenso estadio The Sphere, el grupo U2 tocó en vivo y Bono luego anunció a la ganadora en la categoría mejor álbum pop vocal: Taylor Swift.

Entiéndanlo todos: esto tiene que empezar a las 21 y si ustedes no están sentados a esa hora en sus lugares aténganse a los consecuencias, o a los chistes.

Una superproducción

Lo otro que llama la atención es el nivel de cada puesta. No tiene que ver con una cuestión de presupuesto -que es mucho- ni de producción -que es enorme-. Se nota claramente el compromiso que tomaron los artistas que van a hacer una performance en vivo (sí, en vivo, aunque haya coros pregrabados). Sean de la generación que sean, cantan bien, muy bien. Y es más fácil entender por qué están donde están y por qué tienen el éxito que tienen.

Billie Eilish y su hermano Phineas cantaron en vivo la canción de la película Billie Eilish y su hermano Phineas cantaron en vivo la canción de la película «Barbie», por la que ganó un par de Grammy. Foto: Valerie Macon/AFPArranca Dua Lipa, la suben a una escenografía en la que uno teme que salga despedida por los aires, y canta bien. Aparece Billie Eilish (eh, dos minutos antes estaba sentada en su mesa) y canta bien. Miley Cyrus gana su primer Grammy, después le toca actuar, y canta bien. Lo mismo Olivia Rodrigo: canta bien. Todas con producciones y canciones diferentes (pasamos del intimismo de Billie a la exuberancia de Miley). Y nada de autotune.

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El premio lo presentó la famosa Mariah Carey y la ganadora fue Miley Cyrus por su hit Flowers.

¿De qué hablamos cuando hablamos de autotune? De ese efecto vocal tan de moda en el trap, el reggaetón y la música urbana actual, que empata las voces hasta a hacerlas similares y disimula cualquier tipo de desafinación, porque ese es el efecto que busca el autotune, alterar las voces de un modo robótico, por lo que es difícil entender quién canta bien y quién canta mal.

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El premio lo presentó la famosa Mariah Carey y la ganadora fue Miley Cyrus por su hit Flowers.

Y en los Grammy los de generaciones anteriores también cantan bien. Pasa Tracy Chapman en su dúo con Luke Coms y canta bien. Sube Stevie Wonder y protagoniza otro dúo, esta vez con el fallecido Tony Bennett desde la pantalla (sí, los dos cantan bien). Pasa Bono con U2. Annie Lennox nos estremece con el recuerdo de Sinead O’Connor y Nothing Compare 2 You (la canción de Prince). Y hasta Travis Scott, rapero que prende fuego el escenario -y no abusa del autotune-. Vuelve Billy Joel. Todos cantan bien.

Para tener en cuenta

Stevie Wonder, en su homenaje a Tony Bennett, durante la ceremonia de los Premios Grammy. Foto: Reuters/Mike BlakeStevie Wonder, en su homenaje a Tony Bennett, durante la ceremonia de los Premios Grammy. Foto: Reuters/Mike BlakeUn par de datos más para tener en cuenta en esta ceremonia que reúne a los mejores y los más exitosos de la industria musical.

Predomina en el ambiente una suerte de fair play. Ganes o pierdas, pondrás tu mejor cara para la cámara, aunque por dentro estés frustrado. También celebrarás las canciones de los otros: Taylor Swift, la gran ganadora de la noche, se para en las canciones de los demás artistas, las canta, las baila.

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Desde el inmenso estadio The Sphere, el grupo U2 tocó en vivo y Bono luego anunció a la ganadora en la categoría mejor álbum pop vocal: Taylor Swift.

Y no es la única, son muchos los que hacen lo mismo: parece que hubieran escuchado y aprendido los temas de los demás. Y hasta parecen disfrutarlos.

Los Grammys, como decíamos el premio más importante de la industria de la música, también linkea con las otras grandes patas del espectáculo. Ya hablamos sobre la presencia de Meryl Streep en la ceremonia, sin duda la cara femenina de los Oscar (se entregan el 10 de marzo y televisa la misma cadena que dio los Grammy).

También hay que decir que Ophra Winfrey, la reina de la televisión estadounidense, fue parte importante de los Grammy, presentó el homenaje a su fallecida amiga Tina Turner y, como el resto de los artistas, cantó toda la noche a los gritos las canciones de los otros.

Es injusto comparar semejante producción -de millones de dólares- con celebraciones argentinas como los Premios Gardel o los Martín Fierro. Son otros presupuestos, otras producciones, otras ligas.

Pero sí se pueden tomar algunas pautas para repetirlas luego: prestar atención al resto de los artistas, sonreír incluso cuando se pierde, ser puntual y respetuoso del espectáculo. Y por qué no cantar bien y no abusar del autotune.

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