MIAMI.- No importaba hacia dónde alguien dirigiera la mirada, todo en el festejo del triunfo de Donald Trump en el búnker de West Palm Beach eran gorras, remeras, banderas, pulseras o símbolos de MAGA (Make America Great Again). “El mayor movimiento político de todos los tiempos”, calificó en su discurso el presidente electo por… el Partido Republicano. Si desde hace mucho tiempo que el llamado GOP (Grand Old Party) le rinde pleitesía a su candidato en las últimas tres elecciones norteamericanas, tras la aplastante victoria sobre Kamala Harris su entrega hacia a los brazos del magnate será más incondicional que nunca.
Captado por Trump desde 2016, cuando arrasó en las primarias y lo devolvió al poder tras los dos mandatos de Barack Obama, el Partido Republicano pasó a ser sinónimo trumpismo: del GOP al MAGA casi sin escalas. Tras ser definido por la ideología del libre mercado y la política exterior neoconservadora durante una generación, desde Ronald Reagan hasta la familia Bush, la elección de Trump como candidato fue una clara ruptura a ese molde. Un punto de quiebre. En aquel momento podía pensarse que sería algo pasajero para recuperar el poder. Pero ocho años después, la historia es otra.
¿Cuánto transformó al GOP ser el partido de Trump? “En todo. El Partido Republicano tradicional no existe. Y eso es decir mucho. Aquella organización pro libre comercio, defensora de la Constitución, ya no es este partido. Éste es uno que se identifica con un líder que es proteccionista, que tiene un discurso en el que gran parte de lo que dice va en contra de las instituciones”, señaló a LA NACION el politólogo Eduardo Gamarra, de la Universidad Internacional de Florida (FIU).
La noche del martes, los republicanos recuperaron el control del Senado al conseguir los escaños en Virginia Occidental y Ohio, con una inesperada victoria en el campo de batalla de Nebraska que empujó al partido a la cima de esa cámara, la primera vez en cuatro años que lo logra. Aún por definirse el control de la Cámara de Representantes, de lograrlo los republicanos sellarían la trifecta de gobierno.
Trump lo atribuyó al poder de fuego del movimiento MAGA. “Estados Unidos nos dio un mandato poderoso y sin precedentes”, dijo. “Vamos a hacer que estén muy orgullosos de su voto”.
El martes, Trump también saldó una deuda pendiente al ganar por primera vez el voto popular en unas elecciones: ningún candidato republicano lo había conseguido desde George W. Bush en 2004.
Tras la paliza electoral, el senador por el estado de Florida Marco Rubio, de origen cubano, consideró que ahora se abre una nueva etapa dentro del Partido Republicano. “Está atravesando un enorme reajuste para convertirse en una coalición tanto multiétnica como multirracial”, explicó, y lo atribuyó, entre otros factores, a la incorporación de trabajadores estadounidenses.
El periodista de NBC Chuck Todd reforzó el concepto sobre los realineamientos políticos de Trump y la atracción de nuevos partidarios para ganar las elecciones con comodidad, lejos de la paridad que anticipaban las encuestas. “Formó una coalición multiétnica de la clase trabajadora y ahora es la mayoría del país, el 51%”, indicó.
La victoria de Trump, que lleva años de gestación tras su caótica salida del poder en 2021, es tan notable por su magnitud como por sus métodos. Su campaña apuntó desde el principio a rehacer coaliciones y Trump logró sumar votantes de sectores que tradicionalmente eran más leales a los demócratas: desde trabajadores asalariados, sindicalizados, hasta la comunidad latina, en la que tuvo un salto extraordinario de apoyo respecto a los comicios pasados.
La fuerte retórica antimigración del expresidente, con planes de deportación masiva de indocumentados –”envenenan la sangre de nuestro país”, dijo-, no parece haber hecho mella. Tampoco la calificación de “isla de basura flotante” que un comediante le propinó a Puerto Rico en el polémico mitin en el Madison Square Garden. Lejos de un voto castigo, Trump logró el martes el respaldo del 45% de los votantes hispanos a nivel nacional, sobre todo de hombres, en comparación con el 53% de Harris, según un sondeo de NBC. En 2020 había logrado 32% frente al 65% de Joe Biden.
“No tengo dudas de que Trump hará que se termine la inflación, que el dinero rinda más. Yo estoy en Florida desde hace nueve años y lo de los últimos cuatro [el gobierno de Biden] fue notoriamente malo en ese sentido”, apuntó a LA NACION el colombiano Juan David Hernández, empleado en una cadena de supermercados de 37 años, que el martes se acercó al Morton and Barbara Mandel Recreation Center de Palm Beach, donde votó el expresidente.
Según distintas encuestas, a la mayoría de los latinos que viven en Estados Unidos lo que más les preocupa es la pérdida del poder adquisitivo por la inflación acumulada en la administración Biden (la desaceleración de los últimos meses llegó demasiado tarde). Ese fue el punto fuerte de Trump en la campaña. También muestran un alto respaldo al muro en la frontera (42%, 12 puntos más que en 2021, según Axios-Ipsos Latino Poll) y la expulsión de indocumentados a sus países de origen (38%, 10 puntos más que hace tres años).
Más aún, en una encuesta de The New York Times/Siena College del mes pasado, solo un tercio de los votantes hispanos registrados dijeron sentir que Trump se refería a ellos cuando habla de la crisis migratoria.
“El expresidente solidificó la ideología del actual Partido Republicano, más cercana a la ira y el resentimiento. El viejo GOP sigue siendo adyacente a él. La diferencia es que la antigua versión del partido tenía personajes del estilo de Trump pero para estar al margen, no como la cara del partido. Ahora todo dependerá de cuánto tiempo podrá sostenerse la versión trumpista del Partido Republicano”, señaló a LA NACION la politóloga Tammy Greer, experta en gobiernos norteamericanos de la Universidad Estatal de Georgia, en Atlanta.
Lo que comenzó como un movimiento novedoso dentro del Partido Republicano, organizado en torno a un culto a la personalidad de Trump, terminó en una mutación del viejo partido. El segundo mandato será el último para el magnate, pero puede que no sea el último para el trumpismo.
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