Martín Cirio, más conocido como La Faraona, reapareció con uno de sus monólogos característicos en redes sociales, esta vez con declaraciones filosas sobre la relación con las familias políticas. Fiel a su tono descontracturado y mordaz, lanzó: «No tengo por qué fumarme a la familia de la otra persona si ni siquiera me fumo a la mía«, frase que resume su postura sin medias tintas frente a ciertas normas sociales.
«Hay que ser menos careta. No me expongo a algo que no tengo ganas. ¿Por qué me tengo que fumar los dardos venenosos de tu vieja?«, agregó, reforzando su decisión de no adaptarse a lo que considera imposiciones afectivas. Cerró con una afirmación contundente: «Todo lo que quiera saber de mí está en la web. No me joda, ya está», y hasta se permitió un remate burlón: «‘Busco marcas de Europa que no sé ni pronunciar’: eso le digo a mi suegra«.
Sus textuales, aunque celebrados por una parte de su audiencia, dejan flotando cierto aire de soberbia que ya parece parte integral del personaje. Su estilo, sin filtros ni concesiones, se mueve con soltura en el filo entre la ironía y el desprecio, sin medir demasiado cuánto puede dañar.
En definitiva, Cirio encarna un tipo de humor que encuentra eco en esta era, donde el egocentrismo y la evasión de todo compromiso emocional parecen más moneda corriente que excepción. Y aunque su fórmula esté lejos de ser compleja —más cercana a lo crudo que a lo elaborado—, el fenómeno sigue funcionando.
Lo curioso es que, sin ofrecer demasiadas capas ni novedades, sigue captando atención, como si esa mezcla de desdén y narcisismo dijera más de los tiempos que vivimos que de su talento como comunicador.
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