InicioPolíticaConsecuencias criollas indeseadas de la pelea Trump-Musk (Clarín sonríe)

Consecuencias criollas indeseadas de la pelea Trump-Musk (Clarín sonríe)

Un viejo dicho ruso afirma que cuando dos osos pelean, el que pierde es el piso. Refiere al poderío de los dos animales, los que en una batalla por un territorio o una presa, probablemente el resultado sea un empate; ya que difícilmente exista tal disputa si uno de los dos se considera inferior al otro. En definitiva, cuando dos osos entablan una batalla impulsada por sus instintos, es porque se consideran en igualdad de condiciones para avanzar en la trifulca. Luego, el resultado, es en general un empate técnico. Alguno termina reconociendo cierta superioridad del otro, pero sin una victoria total. El problema de este tipo de contiendas, es que el terreno donde se celebró termina mostrando los peores resultados de la batalla.

La metáfora vale para la disputa que están sosteniendo en estas horas el presidente de los Estados Unidos Donald Trump y el empresario Elon Musk. Como se sabe, éste dejó su cargo plenipotenciario en la Casa Blanca, acusando al jefe de Estado de elaborar un presupuesto donde no se incluyen sus recomendaciones de motosierrismo interno del Estado, sino que incluso se avanza en una mayor presencia del sector público en rubros donde el propio Trump había prometido desarticular la mano interventora. Musk se había convertido desde hace varios meses en un cultor de la demolición del Estado desde las raíces del sistema; algo que, aparentemente, Trump abandonó. O, más bien, nunca fomentó, ni buscó, ni interpretó. Más bien, todo lo contrario. Lo del presidente norteamericano es una presencia directa en la formación de cuadros interventores en la economía real clásica de los Estados Unidos, con un Estado protector y fomentador directo y protagonista. Un conservador clásico republicano que cree que la industria de los Estados Unidos clásica, aún tiene mucho que darle a la historia desde el proteccionismo y la intervención en las regulaciones de la economía; cerrando además el mercado local para los productores locales. Más parecido a Guillermo Moreno que a Ludwig Von Mises. Si se aplicara la sinceridad, toda una desilusión para el mundo libertario. Incluyendo el local.

La primera trifulca entre los dos colosos se dio al aplicar Trump su visiblemente poco estudiada política arancelaria; lo que provocó pérdidas monstruosas en las acciones de las empresas de la nueva economía, incluyendo Tesla, la nave insignia de Musk, que llegó a caer en algún momento un 40% de su valor de mercado. Las posibilidades que Musk y sus productos se vean afectados por la falta de insumos tecnológicos y la pérdida de contratos a nivel global a partir de una guerra comercial mundial, fueron una tormenta misilística sobre el valor de cada acción de la revolucionaria automotriz. Si bien luego la acción se sostuvo y navega hoy con cierta volatilidad menor, pasó a ser considerada por los fondos de inversión mundiales como una opción de riesgo. Igual que un bono de algún país en desarrollo con problemas de ecuaciones fiscales y equilibrios macroeconómicos. No ayuda a sus acciones que luego de la pelea el propio Trump haya amenazado con retirarle los subsidios que tienen las industrias de Musk, especialmente las espaciales como Space X y el desarrollo de los automóviles inteligentes. Y mucho menos afirmar que los vehículos que fabrica Musk “no los quiere nadie”, en un claro apoyo a la industria automovilística de Detroit, donde habitan los archienemigos de Trump. Las clásicas terminales norteamericanas.

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Como se decía más arriba, en estos casos el que pierde en esta pelea de Goliat contra Goliat es el piso. Y una de esas víctimas es Argentina. Por propia impronta de Javier Milei, el país se unió a los destinos políticos de Trump, y con Musk como emblema privado de ese encuentro. El país abrió las puertas a las aventuras del empresario de origen sudafricano, al punto de confiarle una de las perlas del potencial desarrollo del país en un área clave. Las telecomunicaciones.

Históricamente el 70% del mercado de telecomunicaciones del país ha estado dividido entre dos empresas enormes: Telecom y Telefónica. Este oligopolio (mercado dominado por un puñado pequeño de empresas) ha sido el orden establecido durante décadas. Esto fue hasta que Telefónica anunció su retiro de Latinoamérica y Telecom la intención de comprar la filial argentina para quedarse con esa porción del mercado por US$ 1.250 millones. El Gobierno nacional encendió las alarmas por posible monopolio y se encuentra hoy investigando los detalles de la maniobra impulsada por el Grupo Clarín, dueño de Telecom y otras decenas de empresas importantes. Considera que avalar esta operación implicaría otorgarle un poder casi ingobernable al comprador de Telefónica, y una posición de relevancia extrema. Al punto que ese poder debería ser licuado. Una forma es trabar la operación de compra. Lo que está sucediendo en estos momentos. Lo que estudia el oficialismo es obligar a Telecom a vender algunos de sus activos. Pero lo importante fue la segunda acción: abrirle a Starlink, la empresa de telecomunicaciones satelitales de Elon Musk, el mercado para crecer y licuar el poderío de Telecom.

Starlink cuenta con una red enorme de satélites que tienen la capacidad de proveer wifi sin interrupciones en “cualquier parte del mundo”. Musk es dueño de dichos satélites, y tiene el derecho a utilizarlos como sea conveniente.

Argentina, con Javier Milei a la cabeza, se ha alineado totalmente con EE.UU. y la política conservadora del presidente republicano. El internet satelital de Musk se ha ganado muchísimos clientes, y el Gobierno ha permitido a Starlink ofrecer sus servicios en distintas ciudades del país. La demanda fue rápida y profunda, tanto que la red satelital de la empresa no es capaz de cubrirla y, hasta que se lancen más satélites al espacio, habrá lista de espera en zonas densamente pobladas como el AMBA. Los planes oficiales incluyen que para este mismo año, probablemente hacia el último trimestre, Starlink estaría habilitada para ofrecer servicios de celulares, un dato clave para entender que la empresa norteamericana será un competidor feroz, con un servicio de alta velocidad que promete baja latencia y conexión en cualquier lugar.

Ante la amenaza, Telecom quiere asegurarse el terreno: la compañía del Grupo Clarín y Fintech, del mexicano David Martínez, que se considere a la industria de las telecomunicaciones como un todo, y no sólo las digitales vía cableado. Sino que se tomen en cuenta también las satelitales como parte del servicio. Y si se le diera validez a esta posición, Starlink ingresaría en el criterio de competidor de Telecom, como actor fundamental. Para Milei, sería el actor predilecto para convertirse en el contrincante de la resultante de la compra de Telefónica por parte de Telecom. Y qué mejor que sea alguien “del palo” como Musk el que encabece la batalla local por el predominio de las telecomunicaciones. “El magnate puede hacer lo que sea. Por ejemplo, podría invertir en Argentina algún monto desorbitante como US$ 5 mil millones para reventar todo el mercado y como es el hombre más rico del mundo, eso sería solo un estornudo”, explicaba, hace unas pocas semanas, una muy alta fuente oficial al entusiasmarse con Starlink como la competidora estrella del nuevo grupo Telecom. Ahora, la pelea Trump-Musk amenaza con arruinar esta perspectiva. Y pone en la mesa un riesgo aún mayor: que el lugar de competidor que hasta acá detentaba Musk, lo tomen los chinos. Los únicos con tecnología e interés de desembarcar en el país. El problema es que no se sabe quién está hoy primero en la lista de los enemigos de Trump: si su exsocio y funcionario o el país oriental, fuente de su política de guerra arancelaria.

Mientras tanto, en las oficinas de Telecom, la situación se toma con una tenue sonrisa. Y se le suman más argumentos a la defensa de su operación de compra de Telefónica. Habla de un futuro donde participa del mercado del market place digital y las billeteras digitales a través de Personal Pay, con la intención de hacer una gran inversión en este frente.

Pero el Gobierno se pone duro y no quiere dar por terminada la operación. Ni mucho menos. Habla de una suspensión temporal del proceso, hasta alcanzar un nuevo nivel de negociaciones. Aquí Milei tiene su idea. Algunas de las actividades que hoy ejecuta Telecom deberían ser vendidas. Las principales actividades de esa compañía son la telefonía fija, la celular, la televisión por cable, el servicio de internet, el contenido periodístico y los medios de comunicación. En la mira oficial están todas estas unidades de negocios.

Confiaba Milei, quizá demasiado, en el desembarco de Musk. Creía firmemente que sería su emblema de estabilidad y atracción para empresas extranjeras. La pelea con Trump puso ese optimismo en crisis. Mientras tanto, Telecom avanza. Y ve cómo un competidor amenazante podría descascararse.

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