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Un accidente lo dejó en silla de ruedas y, 10 años después, pudo pararse gracias al invento que ideó su amigo

Esta silla significa libertad”, dice Cruz Melián (52), cuando intenta agradecerle a su amigo todo lo que ha hecho por él y el valor que tiene el proyecto que trabajaron juntos el último año. Junto a su amigo del alma, Fernando Cadario (43), construyeron una silla bipedestadora que le permite pararse, algo tan necesario para su cotidianidad, pero también para su organismo.

“Estoy muy agradecido con él, porque es un genio, porque me acompaña en todo”, dice Cruz a ADNSUR con un agradecimiento que va más allá de las palabras. “Me ayuda con las ideas que tengo y esto fue buenísimo para mi salud. Mi vida dio un giro muy grande: la libertad para llegar a las pequeñas cosas, que ustedes no les dan importancia; llegar a un vaso, estar cocinando y estar intentando ver dentro de la olla. Estoy muy agradecido con mi amigo”.

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La palabra resuena fuerte para quien mira desde afuera. Entre ellos, es natural: no hay lágrimas, no hay emociones desmedidas, sino la respuesta de la cotidianidad, de eso que saben que siempre está y que es incondicional.

Fernando y Cruz se conocieron en 2014, primero no se querían pero la mecánica los acercó y se hicieron inseparables. Foto: Archivo personal.

Una amistad de fierro

Estos amigos se conocieron en 2014, dos años después del accidente que Cruz sufrió un domingo por la tarde, cuando salió a dar una vuelta en moto con su hijo y una desgracia del destino lo dejó en silla de ruedas.

Esa noche, de forma gentil, Fernando le preguntó qué quería en referencia al asado. Él le respondió: “Caminar”. “Me mató con esa, pero después lo conocí y, de a poco, empezamos a compartir asados y juntadas”, recuerda Fernando sobre ese momento en el que quedó sin respuesta.

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Ambos admiten que al principio no se querían; no tenían onda. Los dos son medio renegados, pero, poco a poco, se fueron conociendo, se fueron acercando, hasta que un día la mecánica les mostró algo distinto. A Cruz se le había roto el auto y Fernando lo ayudó a arreglarlo. Esa tarde se dieron cuenta de que tenían cosas en común y todo fue fluyendo, hasta que un día iniciaron un proyecto juntos: adaptar un BMW rojo para que Cruz lo pueda manejar.

Lo que nunca imaginaron fue que sería el primer proyecto de muchos. Luego llegaría el Toyota Corolla, un Corsa caja manual que fue más complicado y hasta un cuatriciclo, el día en que Cruz quiso volver a subirse a una moto para dar una vuelta después de aquel accidente.

Fernando y Cruz juntos han realizado diferentes proyectos, entre ellos adaptar un cuatriciclo para que pueda manejarlo con autonomía. Foto: Archivo personal.

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El accidente que cambió todo

Cruz se accidentó un domingo por la tarde, cuando salió a dar una vuelta en moto mientras su hijo preparaba el mate en la playa de los límites. “Fue un accidente muy tonto, iba a 60”, dice cuando lo cuenta. “Quise dar una vuelta para sacarme las ganas y pasó lo que tenía que pasar. La arena me tragó la moto, me despidió, pero nunca me imaginé que me iba a pasar eso. Cuando me desperté, estaba en el piso.”

Cruz cayó con el pecho y la cara; las piernas se desplazaron hacia atrás, se lesionaron D7 y D8 y la médula se cortó en una parte. Tres meses después lo operaron, pero no recuperó la movilidad.

Admite que al principio fue difícil, hasta que un día dijo: “Tengo que arrancar. En esa época me cuidaban mi hijo y mi primo Roly, que también me dio una mano grande. Tenía que arrancar porque ya le estaba haciendo mal a todo el mundo. Estaba en una situación en la que estaba enojado con la vida y me di cuenta de que le estaba haciendo mucho mal a mi hijo, así que dije: tengo que arrancar. Fuimos al médico y la doctora me hizo los exámenes y me dijo: ‘¿Querés saber la verdad? Tu situación de ahora en más va a ser esta: se cortó la médula acá, no vas a volver a caminar’. Es algo que querés que te lo digan, pero no lo querés escuchar, y ese fue el click.”

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Cruz aceptó la situación y decidió seguir viviendo, sabiendo que estaba en silla de ruedas y adaptándose a esa nueva realidad. Fernando ha sido fundamental en ese proceso. Juntos no solo adaptaron los vehículos, sino que también instalaron una pluma en la pileta para que pueda nadar y no le sea difícil salir. También jugaron básquet adaptado con Unión Comodorense; comparten diferentes salidas y el hobby por los fierros.

Fernando trabaja en una empresa de servicios petroleros y tiene un taller como hobby. Cruz trabaja en una empresa petrolera, en modalidad home office. Así, los sábados suelen ser el día de encuentro para trabajar, pensar y compartir un momento.

“Justo estábamos sacando cuentas de que hace 7 meses empezamos con este proyecto”, dice Cruz. “Surgió en una charla de mate: ‘che, hacemos una silla bipedestadora, ¿dale?’, le digo. “Siempre es así”, suma Fernando.

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“El tema es que hace rato que no voy a kinesiología y cada vez hago menos cosas; por el tema de mi trabajo paso muchas horas sentado acá en la compu, entonces las piernas tienen mucha espasticidad, problemas musculares, tono con el diafragma, y por ahí me cuesta respirar. Ya me está empezando a traer problemas intestinales, muchos dolores de estómago y siempre lo charlo porque somos amigos. Él me decía: ‘Puta, tenemos que buscar la manera de hacer algo’. ‘Me tendría que parar’, pensaba yo. Antes tenía unas paralelas, pero te sostenés más con las manos que lo que descargás de peso sobre los pies, y mi kinesióloga, Laura Rivas, me explicó que tenía que descargar peso sobre los pies para que la sangre circule mejor, porque si estás todo el día acostado o sentado se genera presión. Entonces me dijo: “Vamos a probar hacer la silla bipedestadora a ver si te sirve para mejorar”.

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Durante siete meses trabajaron en el proyecto. Fernando era el jefe y la mente maestra. Cruz, el ayudante, a quien le tocaba usar la moladora y cortar.

“Salió todo perfecto”, dice Fernando. “Compramos los fierros y arrancamos a medir, viendo qué altura tenía él. Después hubo varias medias que fuimos haciendo: del talón a la rodilla, de la rodilla hacia atrás, por una cuestión de que la articulación no la siente, porque quizás está mal hecho; te está doblando todo y capaz no te das cuenta.”

Para hacer la silla utilizaron ruedas recuperadas de otra vieja silla; también el eje y el respaldo. Los cinturones de seguridad, en cambio, son de un auto y los consiguió Cruz, mientras que el pistón y el adaptador eléctrico se compraron.

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En la parte eléctrica, en tanto, se instaló una base de baterías de herramientas eléctricas, se vació un cargador y se adaptó para usar esa batería y una ficha de dos puntos, cableado con dos relés para que quede como inversor y esté protegido el motor. Después fue usar caño redondo y tuercas. “No tiene ciencia, digamos, es sencilla”, asegura Fernando. 

Para él es sencillo, para quien no entiende nada de herreria o electrónica una genialidad, un trabajo meticuloso y de mucho detalle.  

“Me gusta hacer esto; siempre estoy haciendo algo. De entrada era ver cómo hacíamos las articulaciones. Fue mucho laburo de tornería y se hizo con lo que teníamos en la casa. Entonces había que llevar todo a medida, diagramar, pensar. Después, el otro tema fue cómo lograr que, mientras la parte de abajo sube, el respaldo se vaya enderezando y cuando llegue arriba quede en una línea cómoda para él. Fue todo bastante pensado”, admite Fernando.

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El proyecto se extendió durante siete meses, todo de forma artesanal. Foto: Archivo personal.

Cruz se emocionó el día que la vio terminada. Su amigo quiso darle una sorpresa, pero como la pintura quedó mal, desistió y le pidió que llevara las ruedas. Para él fue lo que tanto esperaba.

“Todos los días la uso. Por la mañana desayuno, me tomo un café, hago un par de cosas, preparo unos mates y me paro. Estoy una hora y media, dos horas. La señora de él me prestó unas muletas y me muevo para todos lados. Desde que la tengo duermo terriblemente; llega la noche y estoy cansado, las piernas blanditas, el diafragma afloja un poco, la panza no me duele tanto como antes. El resultado era lo que tenía que ser”, dice agradecido.

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La silla cambió la forma en que Cruz se puede mover dentro de su casa. Foto: ADNSUR.

Ahora ya piensan en el próximo proyecto: un elevador para subir a la segunda planta que está construyendo en su casa. Creen que será más fácil, pero es cuestión de ponerse manos a la obra.

“Es un amigazo: me aguanta, me da una mano, me entiende y me empuja a hacer cosas. Yo soy consciente; el tema de la discapacidad es difícil para la gente que no tiene recursos. Por suerte, yo tengo recursos para algunas cosas, pero si vos querés comprar una silla de este tipo, debe andar entre los 10 y 12 millones de pesos y las obras sociales no te las cubren. Nosotros no gastamos más de un millón y esta silla es ultraliviana, es hermosa, y en PAMI te dan esa silla tijera que es pesada, rústica. Entonces, si vos salís a la calle, ¿cuántos discapacitados ves? Pero no son solo las calles y las veredas: los mismos discapacitados son apáticos. Me pasó que un tipo que es discapacitado, con el brazo torcido, estaba en un estacionamiento para discapacitados motrices, pero a la gente no le importa. Por eso me gustaría que él se dedique a armar estas cosas, porque acá no hay nadie que lo haga y es un genio”, dice agradecido, sabiendo que su amigo le cambió la vida con ese proyecto que trabajaron juntos y que hoy le permite manejarse con más libertad.

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