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Rosario siempre estuvo cerca: Russo y Central, de luchar para zafar del descenso a su último título

Fue su segunda casa, la ciudad que lo adoptó y el club que tal vez más lo terminó identificando. Al margen de que allí vivió de todo, y que su última gran alegría en el fútbol fue nada menos que alcanzando la gloria absoluta al conseguir un título postergado por casi cuatro décadas. Miguel Ángel Russo y Rosario Central quedaron a mano como sinónimos. Y con una historia que se recordará por siempre.

Incluso, una de sus últimas apariciones públicas -ya en medio de la serie de internaciones que alteró su trabajo en Boca– se dio en el Gigante de Arroyito. Ese fin de semana, contra todos los pronósticos, Miguel se subió al avión que llevó a la delegación xeneize hasta Rosario y el día siguiente salió a la cancha para recibir una ovación unánime. Y el saludo de absolutamente todos, incluido el estelar abrazo con Ángel Di María.

El comienzo del amor

Su primer ciclo canalla se inició en junio de 1997, en un momento en el que se cumplían 10 años del último título conseguido y en el que tuvo a su cargo un plantel con nombres fuertes como el de Omar Palma, el Polillita Da Silva o Chacho Coudet. Cubrió sobradamente las expectativas, terminando tercero detrás de un campeonato en el que River y Boca ganaban y ganaban (el Apertura ’97) y pese a que el Clausura no lo vio repetir esa buena performance eso no impidió que aquel paso haya sido el comienzo de algo importante.

El siguiente paso fue cuando se cerraba el año 2002. De inmediato, levantó al equipo que se había acostumbrado a pelear abajo y en su primer torneo completo lo puso cuarto en la tabla. Y con un final a toda orquesta, por el 7 a 2 histórico que le propinó en Rosario a un Boca que se presentó con chicos de la cuarta porque los profesionales estaban festejando la obtención de la Copa Libertadores 2003.

En ese partido, el goleador Luciano Figueroa marcó cinco goles para convertirse en el goleador del torneo y consolidar la dupla demoledora que conformó con César Delgado. En esa etapa, a pesar de haberse consolidado en el quinto puesto en el torneo siguiente, el último lugar en la tabla del Clausura 2004 terminó con Miguel dejando el cargo.

Entre la catástrofe y la redención

Los siguientes ciclos estuvieron marcados por la pelea más dura de los años modernos de Central: primero, para aparecer en el final de una campaña que derivó en la primera Promoción que jugó el club y que -con Russo en el banco- le ganó a Belgrano para mantener la categoría, en el año 2009. Después, haciéndose cargo del fierro hirviendo que era Central a punto de jugar su tercer año consecutivo en la B Nacional. Y logrando un festejado y aliviador ascenso con título de campeón incluido.

Ya para esos días se había convertido en un prócer del club. Y en un personaje ilustre de la ciudad, al margen de que literalmente Rosario fue su segunda casa y la primera en elección a partir de la cantidad de años que residió en ella, además de que allí nació su hijo Nacho en el año 2000.

El detalle que lo hizo eterno

Al margen de todo el recorrido y la influencia de Miguel en cada ciclo, un denominador común llevó adelante la cuestión central de su tiempo en el Canalla: la racha de partidos enfrentando a Newell’s, que en 12 clásicos lo mantuvo inmune a las derrotas, con siete triunfos y cinco empates. Y más detalles…

Porque, claro, para ser ídolo desde el banco de suplentes no alcanza con meros números. El primer gran hito que ya lo marcó fue el 4 a 0 que quedó inmortalizado como «el del abandono», porque el Rojinegro terminó con seis jugadores y el partido se suspendió a falta de 25 minutos.

Y ya el hecho de haber sostenido la condición invicta por espacio de 27 años (cuando en 2004 le ganó 1 a 0 por segundo partido consecutivo), es más que suficiente para que haya quedado instalado en el olimpo de la rivalidad.

La frutilla del postre

No fue todo, por supuesto. Porque a la historia le faltaba la frutilla del postre, y contra todos los pronósticos un Miguel maduro -que volvía a la Argentina poco más de un año después de haber salido de Boca y luego de su experiencia en Arabia- volvió a tomar el mando de un Central en problemas. Y contra todos los pronósticos también, un año después lo llevó a coronar el primer campeonato en 36 años para la institución.

Fue casi a fines de 2023, aprovechando el formato de los playoffs que lo pusieron mano a mano con un muy buen River que venía de ser campeón de manera brillante con Martín Demichelis al mando. En ese partido Central se impuso en los penales y se clasificó a la final que le terminaría ganando al Platense de Martín Palermo en Santiago del Estero.

Coronado de gloria, Miguel festejó emocionado en el campo de juego y le agradeció a cada uno de los que le fueron acercando cariño en esos meses. Se quedó unos meses más en el banco. Y eternamente en el corazón de todos los hinchas de Central.

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