La baya de maqui (Aristotelia chilensis) es una fruta nativa de Chile y Argentina, reconocida por su alto contenido de antocianinas, compuestos antioxidantes y antiinflamatorios que alivian irritaciones cutáneas como la rosácea y desaceleran el proceso de envejecimiento. Característica de la zona patagónica, en la Argentina se encuentra desde Neuquén hasta el norte de Chubut, adaptándose a climas diversos, desde zonas con competencia por el agua en el centro hasta áreas húmedas en el sur, donde coexiste con especies como la mora y la frambuesa.
Esta especie de berry nativa tiene un profundo valor cultural y sagrado para los pueblos originarios de la región. Crece en los bosques de la Comarca Andina, en tierras libres de contaminación, y ha sido utilizada ancestralmente por el pueblo Mapuche como una planta sagrada que simboliza la buena intención. Para la comunidad este alimento es esencial al momento de los ritos ceremoniales y también lo emplean con fines tradicionales, medicinales y alimenticios que se consiguen haciendo uso de sus frutos y de sus hojas.
Tanto la fruta entera como su polvo liofilizado –proceso de deshidratación usado generalmente para conservar un alimento– se pueden mezclar con yogur, avena o granola para obtener un aporte energético adicional. También se la puede disfrutar en snacks mezclándola con nueces y frutos secos, o utilizarla en postres caseros, como helados, muffins o brownies para dar color y sabor. Vale acotar que están quienes la preparan en infusión o añaden a salsas y aderezos para enriquecer platos. Sin embargo, es relevante destacar que antes de hacer cambios en la dieta se recomienda siempre consultar con un profesional de la salud.
La planta puede alcanzar una altura de entre 4-5 metros; sus ramas de color verde vibrante son abundantes, delgadas y flexibles siendo consideradas sus hojas como complemento ideal para ensaladas. “Teniendo en cuenta que cada vez hay más demanda, desde el INTA nos queremos anticipar a ese escenario y preservar este recurso natural de nuestros bosques patagónicos”, le reveló Cecilia Roldán, investigadora del INTA Bariloch, al sitio INTA Informa.
Sus declaraciones surgen en el contexto de una Argentina en la que la baya de maqui no es tan popular y escasea su oferta a pesar de tratarse de una planta nativa. De forma opuesta, en Chile sí que se explota su consumo gracias a los jugos, dulces, deshidratados y hasta productos de cosmética y belleza que tienen a la fruta como ingrediente central. En el país trasandino la investigación para su transición a cultivo comercial lleva más de 20 años; desde que comenzó el interés por esta fruta la superficie de cultivo chilena ha crecido hasta 79,3 hectáreas, según datos del Centro de Información de Recursos Naturales (CIREN) y la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA).
Tal como detalló Roldán “aunque la domesticación del cultivo es un largo proceso, creemos que va a impactar en la economía local porque los productores locales podrán cultivar un fruto que esperamos sea consumido en la zona, y también podría apuntar al comercio exterior”.
Se trata de una fruta rica en antioxidantes, especialmente antocianinas, que contribuyen a reducir el daño celular y a combatir el envejecimiento prematuro. Entre sus características nutricionales la licenciada en nutrición, Silvana Ottaviano, informa que el fruto patagónico aporta nutrientes como calcio, hierro, fósforo, potasio; y que entre su contenido vitamínico se destaca la vitamina C y los oligoelementos.
1. ‘Blinda’ la piel
La Lic. Ottaviano informa que el maqui ayuda a cuidar de la piel y prevenir los signos del envejecimiento gracias a su contenido de antocianinas, que protegen la piel contra los daños causados por la radiación ultravioleta, la inflamación y el daño oxidativo celular.
El estudio “Propiedades antioxidantes del extracto de baya de maqui (Aristotelia chilensis (Mol.) Stuntz) y su potencial papel fotoprotector en fibroblastos de la piel humana” publicado en la revista Molecules da fe de lo mencionado y confirma que tras pruebas en humanos el fruto patagónico aporta protección frente a los rayos UV, así como también protección antioxidante y efectos antienvejecimiento en la piel. “Aunque pueden mejorar la salud cutánea, se necesitan más investigaciones que respalden su impacto”, se concluye.
2. Alto poder antioxidante
Anakarla Romera, co creadora de Maqui Antioxidante From Patagonia, empresa de recolección y exportación de productos silvestres de los bosques nativos de la Patagonia argentina y chilena, revela que la baya contiene perfiles fitoquímicos únicos, que no se encuentran en ningún otro lugar ni otras frutas del planeta. “Es reconocido mundialmente por su alto valor ORAC –de las siglas en inglés de “Oxygen Radical Absorbance Capacity”, traducido como “Capacidad de Absorción de Radicales de Oxígeno”– que lo posiciona como uno de los alimentos con mayor capacidad antioxidante”, cuenta.
A continuación explica que el valor ORAC se utiliza para medir la capacidad de un alimento de neutralizar los radicales libres, moléculas inestables que dañan las células y contribuyen al envejecimiento y diversas enfermedades. “Esto se debe a su alta concentración de polifenoles, y antocianinas, ambos compuestos con potentes propiedades antioxidantes que protegen las células del daño oxidativo y hacen al bienestar general de la persona”, informa.
3. Protege el corazón
La baya de maqui es rica en antocianinas que son compuestos que se han vinculado con un corazón más sano. El Estudio de Salud de Enfermeras realizado en 93,600 mujeres jóvenes y de mediana edad encontró que las dietas con alto contenido de antocianinas se asocian con una reducción del 32% del riesgo de ataques cardíacos. Además, Ottaviano añade que reduce el riesgo de formación de trombos, ya que evita la oxidación del colesterol LDL (malo) previniendo así infartos o accidentes cerebro vasculares (ACV).
En otra gran investigación científica titulada “Ingesta habitual de subclases de flavonoides e hipertensión incidente en adultos” evidenciaron que los planes alimenticios ricos en antocianinas se asociaron con una reducción del 12% en el riesgo de hipertensión arterial.
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