InicioPolíticaTiempo de exhibicionismo

Tiempo de exhibicionismo

Resulta que al final se trataba de un encadenamiento de representaciones ficticias, de escenificaciones que suponen un apego a una realidad idealizada a la que deben acercarse para cumplir con las expectativas de un público que asume que allí hay realmente un conocimiento experto. La jueza Makintach no es jueza en el ahora abandonado documental, no es eso en la imagen, no es una jueza ahí, en un estar ahí objetivo, sino en una representación idealizada de una jueza, que aunque simule estar en primera persona y como tal, como profesional que relata su biografía, lo hace sobre la estructura de un comportamiento en cámara ya guionado y perfectamente estructurado en relación a decisiones de imágenes previamente constituidas. Pero la jueza será culpada, y con indignación, por periodistas que también eligen su vestuario y que deciden las mejores caras para transmitir esta noticia. La jueza, y quienes comentan su caso, son todos partícipes de este tiempo del espectáculo y el exhibicionismo.

Es ésta una época de la espectacularidad y de la autocelebración de la imagen propia hacia otros; como aquel que se muestra exitosamente haciendo ejercicio en redes sociales, o el que se viste con traje serio para representar el rol de médico en la TV o quien desde el auto cuenta anécdotas de algo que le ha pasado en su vida para que los demás opinen. El mundo se ha convertido en una representación en sí misma, como una representación que solo se presenta, y que no requiere vínculo con alguna realidad o con hechos reales. La jueza Makintach nunca reparó, parece, en las consecuencias de su disfrute en cámara vinculados al mundo real, sino que se dejó abandonar en una consciencia perdida en la fascinación de sí misma. Pero lo de ella, debe ser incluido en un tiempo que la contiene.

La era del mundo moderno no puede ser pensada sin la relevancia de los símbolos en su rol de representación de ideas ilusorias. Sin embargo, durante gran parte del siglo XIX y del siglo XX, el rol de los símbolos pareció más vinculado a funciones sociales específicas de congregación de voluntades para fines colectivos, que a procesos de carácter individual y de consumo de otros como repetición de observación sobre vidas ajenas. El concepto de nacionalidad como algo que tuvo que ser creado en su valor actual, los partidos políticos como el resultado de un origen de intereses de grupo (ej.: partidos obreros o laboristas, o cristianos) y hasta los barrios de residencia, son solo simples ejemplos del modo en que los símbolos colaboraban en procesos de socialización para permitir mayor soltura en el fluir de las interacciones. Lo que existe en el fondo de este alejamiento, de la supremacía de la representación individual, por sobre el apego del individuo a destinos colectivos de identificación, es el indetenible proceso de individuación que al mismo tiempo, esta era moderna permite. Es algo así, como su consecuencia no deseada.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

El aparente nombre del documental daba pistas específicas de esta dinámica social. El derecho, como ámbito social particular y diferenciado en teoría jurídica de alta complejidad, y en procedimientos judiciales que hacen de su reproducción social como sistema algo diverso a otros procedimientos, no parecía ser relevante para la historia a contar. Se hablaba de la jueza como una historia de logro heroico, pero sin que ese logro hubiera todavía sucedido, ya que todo ocurría en un tiempo equivalente, en simultáneo. Como en las redes sociales, ella festejaba el éxito de la Justicia, como aquella que festeja la vida en felicidad con un verano de fondo y abrazando a sus hijos, sin que el espectador tenga más detalles que la simple referencia estética.

La sociedad produce en simultáneo procesos que pueden denominarse como reflexivos. Bajo estos mecanismos genera la crítica por el exceso de exposición o por los denominados discursos del odio con foco en aquellos que se sitúan en la zona de espectadores de los que se exponen constantemente. Pero rápidamente se puede caer en la cuenta de que estos mecanismos no son equivalentes a aquello de lo que trata el objeto de la crítica. Esta ocurre, como diría Luhmann, en el entorno de la operación que se discute o critica. Para dar un ejemplo, en el mundo del derecho, puede criticarse una sentencia por la poca cantidad de años a un declarado culpable, o por la falta de leyes que puedan tratar algún caso que podría estar conmocionando a la sociedad, pero sin por eso modificar la operación dentro del derecho. La crítica va por un camino externo al objeto que trata en su discurso. Así, la crítica puede especializarse en libros y contenidos para charlas en eventos empresarios, al mismo tiempo que se pueden mejorar los contenidos para redes con expertos. A Makintach le daban consejos de cómo acomodarse el pelo, mientras hacía aproximaciones a la idea de justicia en la sociedad de estos tiempos.

Comprender esta simultaneidad debe colaborar en asumir que esta dualidad seguirá en aumento. Para la sociología, este tiempo contemporáneo se diferencia de otras eras anteriores, entre tantos otros componentes, por ser la que permite personas que deciden sobre sus destinos (o que por lo menos lo intentan). El paso de una sociedad estratificada, en la que la procedencia de origen obligaba a proseguir destinos familiares que lo precedían, y en las que el ascenso social solo era una imagen inexistente, dejó lugar a otra diferenciada en funciones simultáneas en las que los destinos no se relacionan necesariamente al rubro de origen, sino al gusto de quién puede imaginar un futuro producto de su hacer. Aunque las clases sociales definan la dimensión de esa selección posible, la pregunta por el futuro, como un mecanismo individual de decisión (o incluso de limitación) está presente como síntoma de tiempo actual. Todo esto coloca al individuo en el centro de la escena de la reproducción social, y lo lanza en consecuencia, en un período largo en el tiempo, hasta el lugar que lo deja hoy solo con su “selfie” buscando seguidores. Makintach, tal vez, no quería seguir la tradición familiar ligada a la Justicia; y encontró una manera algo radical de demostrarlo.

En el fondo de esta repercusión está Diego Maradona. Su vida resulta compleja de ser separada entre el ámbito privado y el público, ya que no solo él representaba un espectáculo individual en un juego colectivo, sino que debatía sus problemas familiares y de todo tipo en escenarios a la vista. Dentro de su complejo y difícil derrotero, este intento de documental puede ser asumido como una continuación lógica de sus mecanismos de presentación al mundo, por lo que tal vez, los únicos desubicados en este escándalo, son los que lo cuestionan. Podría hasta imaginarse a Maradona defendiendo a los productores y a la jueza, ya que esto que han hecho, sigue la línea perfecta de sus mecanismos.

Ahora, la sociedad consternada e indignada debe decir frente a todos que esto es un desastre que hiere sensiblemente a la Justicia, mientras uno de los abogados combina el espectáculo y el derecho, un acusado muestra los músculos, y familiares de la víctima hacen radio y televisión como manera de exponerse cotidianamente. En un lugar la sociedad debe colocar la culpa, para poder seguir produciendo los mecanismos que la entretienen tanto. Gracias a esta jueza, todos pueden volver a sus teléfonos para mirar un rato, las imágenes individuales que los demás generan, pero con un poco menos de culpa.

*Sociólogo.

Más noticias
Noticias Relacionadas