Sin un liderazgo nítido, golpeado por una derrota contundente, el peronismo comienza a discutir su reconfiguración con el desafío de mantener la unidad del espacio y en un escenario en el que el gobierno del presidente electo, Javier Milei, intentará aprovechar la inédita fragmentación que ya se advierte en el sistema político luego de la elección.
En un contexto en el que ni siquiera su entorno más cercano sabe el rol que buscará tener Cristina Kirchner y con Sergio Massa decidido a tomar distancia de la actividad política para trabajar en el sector privado «uno ó dos años», la clave está puesta en Axel Kicillof.
Su reelección y la derrota de Massa dejó al gobernador bonaerense como la cara visible del peronismo con mayor peso específico después de Cristina. Aunque no está claro que esté dispuesto a tomar esa posta, más allá de que durante la campaña planteó la necesidad de trazar el poskirchnerismo y de «componer una canción nueva» y «no seguir viviendo» de «Perón, Evita, Néstor y Cristina».
«Está dedicado a full a armar el equipo, después se verá», indicó a este diario una fuente de extrema confianza del gobernador. «No se va a saber nada del Gabinete hasta fin de la próxima semana», aportó otra voz muy cercana del mandatario pero que de todos modos dijo descartar las versiones que dieron cuenta de conversaciones con Graciela Camaño.
Ese supuesto ofrecimiento ponía a Kicillof en una sintonía diferente, de brazos abiertos a dirigentes que, como Camaño, supieron ser muy críticos del kirchnerismo, y por lo tanto podía representar una señal de cara al futuro. «No hay nada», insistió un alto funcionario provincial.
Los intendentes bonaerenses esperan, con mucha desconfianza, señales desde la Provincia. La falta de un interlocutor con espalda, tras la caída en desgracia de Martín Insaurralde, genera inquietud. «Axel es todo un enigma. Está todo dado para que lidere pero a veces parece que no quiere», dice un alcalde que de todos modos advierte que «va a tener que cambiar ó cambiar ó los pibes lo van a volver loco».
Se refiere al enfrentamiento con Máximo Kirchner y al despliegue territorial que tendrá La Cámpora, que desde el 10 de diciembre gobernará en 12 municipios. Ese vínculo, que ya lucía dañado al cabo de los tres primeros años de gestión, se terminó de estropear en la campaña.
El eventual empoderamiento como armador de Andrés «Cuervo» Larroque, que sonó para ser ministro de Gobierno, puede implicar un cambio en la construcción política y todo un desafío para el jefe de La Cámpora: el actual ministro de Desarrollo Social es otro que sufrió el rigor que impuso el hijo de la vicepresidenta al punto que decidió abandonar la agrupación que ayudó a fundar.
La disputa intestina del kirchnerismo plantea una oportunidad para el PJ no K, pero al igual que en 2015, cuando asumió Mauricio Macri, los referentes que podrían liderar esa avanzada tienen otros intereses.
Massa, que bajo su candidatura había logrado amalgamar a todo el oficialismo y ejercer la conducción que durante tres años y medio ni siquiera intentó el presidente Fernández, tiene previsto cumplir con lo que anticipó en el discurso con el que admitió su derrota con Milei: «Trabajar uno ó dos años en el sector privado me va a hacer bien a mí y a mi familia», dijo en la intimidad a alguien de su confianza que le consultó por su futuro y el del Frente Renovador.
Quienes lo escucharon en las últimas horas, todavía bajo el impacto del resultado del balotaje, aseguran que «va a hacer silencio» y que «no va a hablar» por un largo tiempo. Creen que finalmente el tigrense va a aceptar alguna de las ofertas que recibió de tres fondos de inversión de EE.UU. que pretenden contratarlo y que su idea es «aconsejar a la distancia». Por lo pronto, mira con atención la conformación del Gabinete de Kicillof y planea con su círculo más cercano mantener activa a su fuerza política.
Otro peronista que podría encarar la construcción de un peronismo de centro es el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, pero su prioridad, al menos en el inicio de su mandato, es fortalecerse desde la gestión. Los 74 puntos de apoyo que en su provincia tuvo Milei en el balotaje son otra variable que desalienta cualquier posicionamiento como opositor a nivel nacional.
Sin una conducción clara, la CGT asoma como el actor de poder que en la primera etapa se plantará como referencia opositora. Primero en defensa propia, ante la amenaza del ajuste y una reforma laboral ambiciosa, y luego como oportunidad de cubrir espacios en la reconfiguración del tablero peronista. «Si avanzan contra los derechos laborales o las organizaciones sindicales, la CGT va a tomar medidas», anticipó Héctor Daer.
Del actual Gobierno, en tanto, no se puede esperar demasiado. Incluso, son pocos los que quedarán «en pie», con cargo asegurado.
Mientras Alberto Fernández está decidido a instalarse en España «para dar clases», a pesar de que todavía no definió en qué universidad lo hará, cuatro ministros asumirán en el Congreso: en Diputados desembarcarán el canciller Santiago Cafiero, Victoria Tolosa Paz (Desarrollo Social) y Diego Giuliano (Transporte), y Eduardo «Wado» de Pedro (Interior) se va al Senado. Un escalón más abajo, Matías Lammens deja Turismo para jurar como legislador porteño.
El resto no tiene destino asegurado. El jefe de Gabinete, Agustín Rossi, según dicen en su entorno, «se va a su casa» y a fortalecer su espacio, la Corriente Nacional de la Militancia. Su segundo -y hombre de confianza del Presidente- Juan Manuel Olmos, tiene pensado trabajar en su estudio de abogados y seguir como apoderado del PJ.
A diferencia de lo que sucedió en 2015, cuando varios funcionarios de Cristina fueron alojados en municipios del Conurbano, esta vez no abundan las generosas ofertas, aunque sí los movimientos de los que dejan el poder. Así lo confió, con cierto regocijo, un alcalde de peso a Clarín: «Me escribieron tres que no me escriben nunca. Por las dudas les clavé el visto».