Durante una intensa ola de frío, una columna de humo en el cerro Dedo Gordo, cerca del río Blanco, encendió las alarmas del SPLIF (Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales). Lo que al principio se interpretó como un incendio menor resultó ser algo poco común: un fuego subterráneo alimentado por carbón mineral.
El área afectada se encuentra en la cuenca carbonífera de Ñirihuau, ubicada a unos 70 kilómetros al sureste de Bariloche. Esta región es considerada la segunda más relevante del país en términos de reservas de carbón, después de Río Turbio.
En ese sector, afloramientos de carbón en la orilla del río podrían haberse encendido al entrar en contacto con raíces que aún conservaban calor del gran incendio ocurrido en enero, el cual arrasó más de 3.800 hectáreas en la zona de Confluencia.
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“En una recorrida por el lugar comprobamos que se trata de mantos de carbón ardiendo”, explicó el geólogo Agustín Quesada, director del Geomuseo Eduardo Lucio, perteneciente a la Fundación Cooperar.
Incendios en el Bolsón, enero 2025
Foto: ilustrativa Cipolletti Digital
Científicos del Conicet también inspeccionaron el lugar y confirmaron que el material en combustión no corresponde a restos orgánicos de superficie, sino a rocas con un alto contenido de carbón. Esto convierte el evento en un caso de relevancia tanto geológica como ambiental.
Según Quesada, el fuego se mantiene activo porque el carbón está expuesto al aire y entró en ignición tras el incendio forestal. “No hay posibilidad de que se extienda por debajo de la tierra. El carbón necesita oxígeno para arder, no se propaga por sí solo bajo tierra”, aseguró.
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El área afectada es pequeña, de entre 10 y 20 metros, y está fuera del ANPRALE (Área Natural Protegida Río Azul Lago Escondido). Aunque el sitio emite vapor y gases con olor fétido, producto de posibles compuestos sulfurosos, no representa un riesgo para la salud.